Mi madre recuerda como una de las primeras canciones que entoné el exitazo de Miguel Ríos : El Río. No hubo especial interés en la infancia por los instrumentos musicales aunque algo ya cantaba hasta que llegué a las clases de guitarra de Morenito de Hellín. Más adelante, con la adolescencia llegaron las canciones en pandilla, playa y pinada. Aprendizaje de los temas de los cantautores. Después ,tras un pequeño abandono musical, la Rondalla de Cresol y las danzas regionales , mi reencuentro con la guitarra. Y en la universidad , ¡cómo no! La Tuna, en concreto, la Tuna de Derecho de la Universidad de Alicante, la gran escuela en todos los sentidos, mil canciones,múltiples viajes y un montón de fiestas. Formé parte de Quenira y su sello irrepetible de música andina, y aparte de las escapadas con la Cuarentuna ,he sido componente del grupo Albaladre ,un placer ocupar el escenario con un grupo tan numeroso y con tan buenos músicos. Y ahora, rendido a los ritmos latinos, al viaje de vuelta que diría Santiago Auserón, con los ‘Hijos del Sabrosón’. ¡Qué Sí!
